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jueves, 10 de enero de 2013

Contrato confidencial entre Cuba y Venezuela para transformación del sistema de identificación

Otro material interesante enviado por un gran amigo, el cual publico no si cierto escepticismo. Por el tema tratado verán cuan crítico es y cuan sensible, dejo a su discreción el circularlo o no y el darle o no credibilidad.

ANTONIO MARIA DELGADO

adelgado@elnuevoherald.com

Congregada en la ciudad china de Shenzhén para la demostración, la delegación cubana captó de inmediato cómo la nueva tecnología podía ser empleada para ejercer un mayor control sobre la población -y aplastar cualquier brote contrarrevolucionario- en Venezuela.
El agente de seguridad chino caminaba casualmente por la calle, llevando en una mano lo que lucía como un teléfono inteligente, mientras los transeúntes paseaban a su alrededor sin sospechar que estaban siendo vigilados, narró a El Nuevo Herald el ingeniero venezolano Anthony Daquin, quien estuvo presente durante la demostración.
Después de un breve trecho, el agente se acercó a los invitados. En el pequeño aparato había registrado la información personal de decenas de personas que habían pasado a su lado. Todos los datos vinculados con sus carnés de identidad habían sido transmitidos subrepticiamente por un diminuto chip RFID incrustado dentro del propio documento de plástico.
Los cubanos, la mayoría vinculados con los servicios de seguridad de la isla, se miraban las caras sin poder ocultar su asombro ante el acto de magia tecnológica que permitía detectar la ubicación exacta de un individuo sin que éste lo supiera.
Uno de los representantes del equipo se acercó a Daquin, y muy entusiasmado, le manifestó: “Esto es lo que necesitamos, es lo que estábamos esperando, Anthony. Esto es lo que vamos a implementar en Venezuela”, relató el ex asesor del ministerio de Interior y Justicia de Venezuela.
Y es lo que el gobierno venezolano tiene previsto introducir en el país sudamericano en caso de de que el presidente Hugo Chávez gane las elecciones del 2012, como parte de un elaborado sistema diseñado para aumentar el control del Estado sobre los ciudadanos.
Es un sistema, según Daquin, diseñado y operado por Cuba, que ya tiene bajo su control el sistema de emisión de cédulas de identidad y de pasaportes, así como toda información privada y sensible de todos los venezolanos, incluyendo las propiedades que poseen, cuánto ganan, dónde viven y, quizás más importante, si respaldan o se oponen a la revolución socialista de Chávez.
Es un instrumento de control cuyo desarrollo y administración ha significado un jugoso negocio para el régimen de La Habana, que ha comenzado a ofrecer esos servicios a Bolivia, Ecuador y Nicaragua, dijo el ingeniero.
“La información es poder […] y la información íntima de los venezolanos ha sido manejada de forma objetiva, y de forma centralizada desde La Habana, de una manera que le ha permitido al presidente Chávez mantenerse en el poder”, expresó.
Daquin, cuyas declaraciones iniciales a la prensa venezolana generaron cierto revuelo en el país, dijo que pudo ver de cerca los primeros pasos dados por Chávez para implantar mejores mecanismos de control sobre la ciudadanía después del golpe de Estado en su contra, en abril del 2002.
El ingeniero sostuvo que él estuvo presente en algunos de esos primeros pasos, en representación de una empresa que asesora al gobierno en materia de tecnología, y participó activamente en la modernización del sistema de cédulas de identidad hasta que al entender los alcances de lo que se pretendía hacer, discutió con la comisión cubana.

El Bolívar que Chávez no leyó

Otro material que me llegó y se los facilito tal cual lo recibí
 
QUE GRAN DIFERENCIA ENTRE EL PENSAMIENTO DE BOLIVAR Y EL DE CHAVEZ Y DE LOS PRESIDENTES DE AMERICA QUE COMPARTEN SU IDEOLOGÍA ....
Artículo de Daniel Romero Pernalete, sociólogo y Profesor Titular de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad de Oriente, Núcleo de Sucre"
 
El Bolívar que Chávez no leyó
Daniel Romero Pernalete
Hoy, como nunca, se habla de Bolívar. Es elemento clave en la retórica presidencial... No hay discurso, de calle o de salón, que no esté aderezado con alguna descontextualizada frase del Libertador. El Presidente, ya por ignorancia, ya por conveniencia, omite a otro Bolívar: el Bolívar civilista, el estadista, el simple ciudadano que él siempre se sintió. Y cuando uno se acerca a ese Bolívar se da cuenta de cuán lejos está de las motivaciones y ejecutorias de un proceso que pretende arroparse con su nombre.
Cuando uno contempla asombrado los esfuerzos del Presidente por someter a su arbitrio a todos los poderes, no puede menos que recordar aquella parte de su Discurso en el Convento de Franciscanos, el 2 de Enero de 1814, en la cual afirmaba: "Huid del país donde uno solo ejerza todos los poderes: es un país de esclavos"... Ese mismo pensamiento lo expresa catorce años más tarde, el 27 de Agosto de 1828, cuando se dirige a los ciudadanos de la Gran Colombia en los siguientes términos: "¡Compadezcámonos mutuamente del pueblo que obedece y del hombre que manda solo!". Ese es el Bolívar que Chávez no leyó.
Cuando uno revisa la invasión de militares, activos y retirados, en todos los niveles de gobierno, o escucha el discurso militarista y guerrerista del Presidente, se le viene a la memoria una lapidaria frase que Bolívar le escribió a Madariaga el 26 de noviembre de 1816: "El sistema militar es el de la fuerza, y la fuerza no es gobierno". Esta idea permanece constante en el Libertador, quien trece años más tarde, el 13 de septiembre de 1829, le escribe a O' Leary: "Es insoportable el espíritu militar en el mando civil".
Cuando uno escucha las amenaza de Chávez de permanecer en el poder hasta más allá de lo legal y legítimamente admisible, le retumban en los oídos las palabras de Bolívar en el Discurso al Congreso de Angostura, el 15 de febrero de 1819: "Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder"... Y cuatro años más tarde, el 15 de Abril de 1823, califica ya no la situación sino la actitud de quien se aferra al poder por todos los medios, cuando le escribe a Santander: "Es una manía miserable el querer mandar a todo trance".
Cuando uno advierte los esfuerzos presidenciales por torpedear cualquier consulta ciudadana que ponga en riesgo su permanencia en Miraflores, piensa en el Bolívar que en carta al Dr. Castillo Lara, el 13 de septiembre de 1829, sentencia: "En los gobiernos no hay otro partido que someterse a lo que quieran los más".
Cuando uno tiene la paciencia y el valor de escuchar las alocuciones del Presidente, cargadas de odio, de insultos, de descalificaciones y de inquina, piensa en el Bolívar que le escribe a Santander, el 15 de abril de 1823: "Los intrigantes corrompen los pueblos, desprestigiando la autoridad", opinión que ratifica al mismo Santander, el 23 de febrero de 1825, cuando le escribe: "En política nada vale tanto y cuesta menos como las demostraciones de respeto y consideración".
Cuando uno observa el uso que el Presidente hace de la Fuerza Armada para amedrentar y reprimir a todo el que se niegue a tragarse el proceso, recuerda lo que Bolívar escribió en el proyecto de Constitución para Bolivia, el 25 de mayo de 1826: "El destino del ejército es guarnecer la frontera. ¡Dios nos preserve de que vuelva sus armas contra los ciudadanos!".
Cuando uno, en suma, recorre la historia del último quinquenio, y suma las payasadas, los desatinos, las sandeces y las malcriadeces del Presidente, uno se convence (y cada día más) de que, como Bolívar le escribía a Santander el 12 de Noviembre de 1823, "Un necio no puede ser autoridad". Ese es el Bolívar que Chávez no leyó

CHAVEZ, LOS CASTRO, Y LA INUTIL SELECCIÓN DEL HEREDERO

Tal cual me lo envían así se los hago llegar
 
CHAVEZ, LOS CASTRO, Y LA INUTIL SELECCIÓN DEL HEREDERO
Carlos Alberto Montaner
Hugo Chávez y los hermanos Castro sabían que las posibilidades de supervivencia del venezolano eran casi nulas y comenzaron a preparar el postchavismo desde el verano del 2011. Tratarían, claro, de curar al locuaz teniente coronel, pero desde que los médicos advirtieron la clase de cáncer que padecía –un agresivo y raro rabdomiosarcoma--, la gravedad y extensión de la metástasis, y lo tarde que había llegado al quirófano, nadie se hacía ilusiones.
Salvo que ocurriera un milagro, Chávez estaba condenado a morir a corto plazo. Por eso ocultaron la información médica y manejaron la crisis con total secretismo. No se trataba de un capricho. Era una forma desesperada e incómoda de control político. Resultaba vital mantener la ilusión de que Chávez se salvaría para que no se desataran las ambiciones dentro de la inquieta tribu de los presuntos herederos.
Para los cubanos, era esencial dormir a todos los venezolanos, pero muy especialmente a los chavistas, con el objeto de poder controlar y manejar la transmisión de la autoridad en Caracas, de manera que no se les escapara el enorme subsidio venezolano, calculado en diez mil millones de dólares anuales por el Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad de Miami. El argumento invocado, naturalmente, no sería ése, sino “la necesidad de salvar la revolución bolivariana”.
En agosto del 2012, los Castro, y los médicos dedicados a atender a tan delicado paciente, convinieron en que el desenlace podría precipitarse y no había garantía alguna de que Chávez pudiera llegar en forma física y mental razonable a las elecciones presidenciales de diciembre (lo que resultó exacto), así que adelantaron los comicios al 7 de octubre. Esos dos meses eran cruciales.
En ese momento ya los Castro tenían muy claro que el mejor sustituto de Chávez, desde la perspectiva de los intereses cubanos, era Nicolás Maduro. Era un hombre razonablemente inteligente, o al menos palabrero y memorioso, capaz de armar vistosos sofismas históricos, como les gustan tanto a Fidel como a Hugo. Era dócil, obediente, y se subordinaba, como Chávez, a la supremacía moral e ideológica del castrismo. Parecía ser un discípulo atento y disciplinado.
Además, como suele ocurrir muchas veces en el mundillo político, para los Castro, una de sus ventajas comparativas era la indefensión. Nicolás Maduro no fue parte del intento de golpe de 1992. No tenía raíces en el ejército. No controlaba al Partido Socialista Unido de Venezuela, y ya ni siquiera era miembro de la Asamblea Nacional. En realidad, su único asidero en el poder era el respaldo de un Chávez agonizante y el apoyo de los cubanos.
Los Castro, que tienen instinto para la maniobra y una capacidad asombrosa para desplumar a sus aliados, pensaron que, de la misma manera que Hugo Chávez encontró en Cuba una fuente esencial de sustento estratégico, iniciativas internacionales e información sobre amigos y enemigos, Nicolás Maduro, dada su debilidad dentro de los grupos de poder venezolanos, repetiría el mismo esquema de dependencia emocional y política.
Por supuesto, dentro de la sociedad venezolana, incluso dentro del chavismo, hay muchas personas, y algunas de ellas con mando, que no ven con buenos ojos la arrogante injerencia cubana en los asuntos del país. Les resulta inconcebible que una pobre y atrasada isla del Caribe, seis veces más pequeña, con menos de la mitad de la población, pésimamente administrada por una dinastía familiar-militar desde hace 54 años, que trata de cambiar su modelo económico porque sabe que es un desastre, a la que hay que subsidiar copiosamente para que no colapse, gobierne a los venezolanos y elija al heredero de Hugo Chávez. Jamás se había visto un despropósito semejante.
Pronto los Castro van a comprobar cuán difícil es controlar el destino de otra nación, a menos de que la ocupen militarmente, algo absolutamente impensable. Será entonces cuando entenderán el significado profundo de la desconsolada frase pronunciada por Bolívar: “he arado en el mar”. Lo probable es que, tras el entierro de Chávez, pese a todos los desvelos para controlar al sucesor, ocurra lo mismo con el subsidio venezolano. No tardará en ser un recuerdo