Bienvenidos a nuestro Blog: Nuestras Opiniones.

Este blog se diseña con la idea de contar con un espacio abierto y libre donde publicar nuestros artículos de opinión. También se publicarán los artículos que nuestros amigos nos envíen para tal efecto.

En el blog se publicará cualquier artículo, o comentario, siempre que esté enmarcado en las normas de moderación, lenguaje decente y respeto hacia quienes publican. La norma es: el no compartir un concepto o idea no da el derecho de insultar, ofender o vejar.

sábado, 15 de septiembre de 2012

CHÁVEZ NO ES ENFERMO TERMINAL. SU ENFERMEDAD ES MENTAL.

Hace algún tiempo escribí en este blog y en el mío personal (williamjpr.wordpress.com el 12-06-2010) un artículo donde especulaba, en base a mis observaciones y mi anñalisis de los sucesos, sobre la posibilidad de un acuerdo de "ESTADO LIBRE ASOCIADO" entre Venezuela y Cuba. Algunos de mis amigos me dijeron que ello era muy poco probable y que no veían esas "alertas" que yo observara. Luego de ese artículo fueron apareciendo noticias que le daban algo de realismo a lo escrito por mi y ahora me llega este material al cual no le doy credibilidad absoluta e irrestricta, es mas pongo en duda buena parte del mismo ya que tiene un TUFILLO a CONTRAINTELIGENCIA, pero éste no hace otra cosa que indicar que "CUANDO EL RIO SUENA..., PIEDRAS TRAE"


¿Denuncia? como me llegó
¡¡DA QUE PENSAR!!

No se muy bien por que estoy haciendo esto. Soy cubano, vivo en Cuba y debo permanecer callado, tengo que permanecer callado.

Escribir este mensaje me ha costado varias visitas a sitios para alquilar maquinas y escribir de a pedacitos para que no sepan que yo ando en estas.
Digo que no se por qué lo hago, creo que si se: porque quiero alertar a gente incauta que cree en el comunismo como una salida a sus problemas. Yo también lo creí. ¡¡Alabao!! Dime tú si lo creí.

Tengo 62 años y de esos, mas de 30 han transcurrido limpiando pisos y lavando baños en los hospitales de La Habana sin pensar en mejor futuro y tratando de convencerme de que estudiando y preparándome y gritando consignas de alabanza a EL, la vida me iba a cambiar para bien. No fue y ya sé que no será así.

Por algunas cosas que me he atrevido a decir en voz alta, nunca he podido dejar cerrados los trapeadores, a pesar de mis títulos y mis estudios.
Pero, me ha servido de algo. Me ha servido para desentrañar una de las mentiras mas crueles de la historia reciente. Una de las que ha movido mayor cantidad de dinero y ha servido para la mayor corrupción que ojos hayan visto: La supuesta enfermedad grave del Presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

Trabajo en el CIMEQ, un excelente hospital de La Habana que esta cerrado para el tratamiento del pueblo, salvo excepciones de gravedad. Es el centro donde se dijo muchas veces que Chávez estaba siendo tratado. Es el centro de "reclusión" de los tiempos en que Chávez y Fidel prepararon con detalle insospechado su infame historia.

Es cierto, Hugo Chávez pasó varias semanas en una suite del CIMEQ a la que NADIE tenía acceso, salvo su jefe, algunos de sus ministros (los muy allegados) y dos de sus hijas. En las oportunidades que su mama fue a verlo, solo estuvo en la suite menos de 5 minutos y nunca sola. Mejor dicho, el único que estaba solo allí era Fidel. Todos los demás, un 90 por ciento de las veces, estaban acompañados por los esbirros del régimen, aquellos cuya fidelidad a toda prueba ha costado millones de dólares venezolanos. Pero de todo se entera uno y si usted no ha ido nunca a La Habana, usted no sabe como es de fácil comprar y vender conciencias en este pueblo de hambre.

¿Qué pasó? Muy sencillo de explicar: Chávez tuvo un cáncer muy benigno, un tumor en la próstata que se atendió rápidamente y se resolvió. Ese tratamiento produjo unas quemaduras en la zona de la Ingle que causaron muchas molestias, sobre todo porque al no haber sido tratamiento tradicional, nunca se supo si fue efectivo o no. También tuvo un pequeño problema en el hueso de la cadera (en la cabeza del fémur, exactamente) como consecuencia de un error medico. Hasta allí es verdad. Créanlo ustedes o no.

Mi deber es contarlo.

Los analistas políticos del régimen cubano, que son los que mandan en Venezuela y los asesores Brasileros que Venezuela paga carísimo para Cuba y Fidel (son los que han logrado el embarque de "ayuda humanitaria" procedente de USA y están negociando el fin del conveniente embargo) descubrieron que en Venezuela, la ola de rumores desatada a raíz de los primeros avances de la enfermedad, tenia el pueblo y el gobierno de Venezuela muy locos. Entonces recomendaron darle largas al asunto, recluir a Chávez (ya convaleciente y en franca mejoría) y preparar todo un gigantesco complot para hacerle creer al mundo que el presidente de Venezuela estaba moribundo.

De esa forma ganaban tiempo para negociar lo que mas abajo les contaré.
Mientras tanto y para "prevenir problemas" Chávez recibió el mismo tratamiento con células madre (extraídas a soldados venezolanos que llegaban a La Habana de madrugada y en silencio total) que en su día recibió Fidel (de la misma fuente, por cierto). El resto lo hicieron algunas falsas "fuentes": personal de inteligencia que posaba como enfermeros, médicos, trabajadores, esposas de militares de alto rango y soplones (todos de mentira) y le revelaban a algunos periodistas, escogidos por el G2, las mismas "noticias" sobre la gravedad supuesta. Estos periodistas, venezolanos unos, y piezas claves del exilio en Miami, otros; publicaban lo que creían eran noticias ciertas, bajo el asesoramiento de un medico supuestamente venezolano que ejerce su profesión en un pueblo de Florida. Este medico es en realidad un personaje de la contrainteligencia cubana y venezolana que ha recibido una importante cantidad de dólares venezolanos por contribuir con el rumor del cáncer terminal.

Este medico hablo y mando por twitter muchas cosas.

A propósito, este medico que ha vuelto a aparecer recientemente, aun le quedan algunas declaraciones por dar debido a un contrato no escrito, pagado a precios muy elevados, que sostiene con el G2 y los órganos de Inteligencia cubana. Eso es lo que sucedió. Si, el presidente de Venezuela estuvo un poco enfermo, pasó su susto, pero esta recuperado al 100% y nada de lo que dicen es cierto. Chávez saldrá con todo para decir mas mentiras y con vocabulario sucio.

Lo que digo es verdad y me consta. Yo estoy dentro del CIMEQ y allí dentro todo se sabe y todo se repite. No se imaginan lo que es eso.
¿Para que se hizo todo ese complot? Muy sencillo: Chávez y Fidel necesitaban tiempo para negociar tres de los grandes arreglos de cooperación que se pondrán en práctica al ganar Chávez las elecciones. Fue una negociación dura, en la que Chávez tenía cosas que perder y Fidel tenia exigencias muy difíciles de cumplir incluso para Chávez y Nicolás Maduro, verdadero hombre de Chávez y delfín del comandante en La Habana.

Esos tres arreglos son:

1.- La doble nacionalidad de cubanos y venezolanos. Según parece, (no puedo decirlo con seguridad) uno de los fundamentos de la cooperación cubana venezolana es la doble nacionalidad, no solo de los habitantes de ambos países, sino de sus bienes y de sus recursos. Aunque podría verse como que Cuba se convertirá en una colonia venezolana, la verdad es que es al contrario; pues la que impone condiciones es Cuba y El Gobierno Venezolano las acata. Los venezolanos podrán viajar a Cuba sin pasaporte y viceversa y lo más importante: Los cubanos podrán ir y venir entre Caracas y La Habana con más libertad que entre Cienfuegos y La Habana. Igualmente, el dinero y los bienes de Venezuela tendrán la misma suerte. Afinar los detalles de esa peligrosa conflagración es lo que ha demorado el anuncio, aquí en Cuba, de las reformas a las pesadas leyes de inmigración que rigen hace mil años.

2.- El presupuesto común: fiel a lo anterior, Cuba y Venezuela discuten la posibilidad de establecer una moneda única, (con el CUC como ejemplo) y eso ha sido una súper traba. La idea es que la economía de un país sea espejo de la otra y eso lo desaconsejan algunos asesores venezolanos pues creen que la economía venezolana es más fuerte y podría verse afectada. Fidel no transa y ha ofrecido retirarle su apoyo irrestricto a Chávez, quien está tan enamorado de Fidel que esta a punto de dar las ordenes necesarias para que en los aspectos económicos se proceda a la formalización de una patria sola, suerte de CubaZuela.

3.- La reforma migratoria venezolana: Es un punto álgido pues algunos asesores venezolanos (poquísimos pues es un plan bastante bien guardado) se oponen. Consiste en repetir las prohibiciones que para salir del país, tienen todos los cubanos desde hace más de 40 años, con el objetivo de diezmar a la oposición y a las clases mas pudientes, primeras en irse del país en caso de que una medida de ese tipo se imponga y, además, darle paso libre a los negocios del narcotráfico entre ambos países, pues se reduciría casi a su mínima expresión el trafico aéreo en Caracas y eso facilitaría mucho los embarques de droga. La idea es que a excepción de Cuba como destino, los venezolanos residentes en Venezuela no puedan tener un pasaporte a su nombre y no puedan viajar a ningún destino a menos que una oficina especial del gobierno lo autorice.

Un asunto que casi olvido: con la doble nacionalidad, los cubanos (casi 10 millones de personas, podrían votar en Venezuela.

¿Les suena lo de 10 millones de votos de ventaja?)

Ahí les dejo esa información. Son cabos atados en días de trabajo en el CIMEQ y que llegaron hasta mi o por haber escuchado algunos comentarios aislados de boca de los protagonistas o porque alguien de nuestro grupo de limpiadores y enfermeros comentaba; mientras el Comandante Chávez estuvo descansando y trabajando proposiciones varias de este tipo con Fidel y nadie más.

Las fotos de él, paseando con sus hijas y todo eso, eran montajes cuidadosos. En realidad, las hijas estaban en otro lugar (Una lujosa casa de protocolo) dándose la gran vida y venían al hospital cuando había oportunidad o necesidad de foto.

Supongo que se descubrirá. Es la mentira más infame y la acción mas maligna que gobernante alguno haya puesto en práctica jamás. Y lo ha hecho (ME CONSTA) guiado por Fidel Castro (la única persona a quien Chávez escucha y obedece). Castro lo que quiere es la plata  y Petróleo de Venezuela, Chávez lo que quiere es una especie de Imperio Caribeño con el de emperador.

Chávez está enfermo, si. Pero de la cabeza. De Megalomanía y de poder. Todo lo demás: léase, el cáncer terminal, la irreversibilidad de sus dolencias y los intensos dolores es mentira. Una mentira infame muy bien montada por los increíblemente bien desarrollados, bien pagados y bien sustanciados aparatos de inteligencia del poder Cubano.

Les ruego difundir este email y tener cuidado. Habrá señales que afirmen lo que digo aquí
Como habrán personas que no aceptaran que el partido de Chávez PSUV hará la trampa con los 10 millones.

¡¡SE ACODARAN!!

"UN JOVEN CUBANO QUE SE FUE A OTRO CUBANO QUE SE QUEDO”

Estimado Rafael Hernández:


He leído con mucho interés su ‘Carta a un joven que se va’. Me he sentido aludido, porque hace dos años me marché de Cuba, tengo 28 años y vivo en Pomorie, una ciudad balneario situada en el este de Bulgaria. La razón por la que le escribo es para intentar explicarle mi postura como joven cubano emigrado. Sin solemnidades ni verdades absolutas, porque si algo me ha enseñado dejar mi país, es descubrir que esas verdades no existen.


Puede que algunos de los que nos hemos marchado en los últimos años (somos miles) tengan claro el momento en que decidieron hacerlo. Yo no. Lo mío fue progresivo, casi sin darme cuenta. Empezaría con ese recurso tan cubano que es la queja. Por nimiedades, tal vez. Por lo que no hay, por lo que no llega, por lo que pasa, por lo que no pasa, por no saber. O no poder. La queja no es grave, lo grave es que se “cronifique” como una enfermedad cuando nada parece resolverse. Y uno puede aceptar que eso es así, y es tu país para lo bueno y para lo malo, o pasar a la siguiente categoría, que es la frustración. O sea, descubrir que la solución a la mayoría de los problemas no está en tus manos. O no te permiten hacerlo. O aún más triste: no parece importar.


Abandonar o permanecer en tu país es una decisión muy personal que nunca debe juzgarse en términos morales. Yo elegí este camino porque quería un futuro diferente al que veía en Cuba, y salí a buscarlo consciente de que podía salir mal, pero quise correr ese riesgo. No voy a mentirle diciendo que fue doloroso. No lloré en el aeropuerto. Todo lo contrario, me alegré. Le digo más, me liberé. Tiene usted razón cuando dice que mi generación carece de esos lazos emocionales que generan experiencias como Playa Girón, la Crisis de Octubre o la guerra de Angola. Pero no se equivoque, yo también he tenido mis epopeyas. A lo mejor no tan épicas, pero sí igual de demoledoras. En estos veintidós años que menciona, he visto degradarse el país por el que tanto lucharon mis padres. He visto marchar a mis maestros de primaria y secundaria. He visto a familias discutir por el derecho a comerse un pan. He visto el malecón lleno de gente nerviosa gritando contra el gobierno, y gente aún más nerviosa gritando a su favor. He visto a jóvenes construyendo balsas para huir quién sabe a dónde, y a una turba lanzando mierda de gato contra la casa de un “traidor”. Incluso, Rafael, he visto a un perro comiéndose a otro perro en la esquina habanera de 27 y F. Y también he visto a mi padre, que sí estuvo en Angola, con el rostro pálido, sin respuestas, el día que un custodio de hotel le dijo que no podía seguir caminando por una playa de Jibacoa (frente al camping internacional) por ser cubano. Yo estaba con él. Yo lo vi. Tenía diez años, y un niño de diez años no olvida cómo la dignidad de su padre se va a la mierda. Aunque haya vuelto de una guerra con tres medallas.


Me habla usted de las conquistas sociales de la Revolución. De la educación y la medicina. Voy a hablarle de mi educación. Tuve buenos maestros, y cuando se marcharon fueron sustituidos por otros menos preparados que, a su vez, fueron remplazados por trabajadores sociales que escribían experiencia con S y eran incapaces de señalar en un mapa cinco capitales de Latinoamérica (esto no me lo contaron, lo viví) Mis padres tuvieron que contratar maestros privados para que yo aprendiera de verdad. No lo pagaban ellos sino una tía mía radicada en Toronto.


De modo que si somos honestos, buena parte de la formación que tengo se la debo a los clientes del restaurante griego donde trabajaba mi tía. Pero hay más. En tiempos de mi hermana mayor era extremadamente raro que un alumno sacara una nota de cien. En mi época el cien se volvió algo común, no porque los alumnos fuésemos más brillantes sino porque los profesores bajaron sus exigencias para maquillar el fracaso escolar. ¿Y sabe una cosa? Yo tuve suerte, porque los que venían detrás de mí en vez de maestros tuvieron un televisor.


De la medicina poco tengo que decirle porque usted vive en Cuba. Y salvo el hecho de mantenerse la gratuidad, cosas que admito sigue siendo meritoria, el estado de los hospitales, la precariedad de unos médicos mal pagados y la creciente corrupción empujan cada vez más al sistema de salud hacia ese tercer mundo del que tanto hizo por alejarse. Y lo cierto es que, hoy en día, un cubano que maneje divisas tiene más posibilidades de recibir un tratamiento mejor (haciendo regalos o incluso pagando) que uno que no lo tenga, aunque sea de forma ilegal. Y aunque la constitución diga otra cosa. Por triste que resulte admitirlo, Rafael, la educación y la medicina de la que disponen los cubanos de hoy es peor que la que disfrutaron mis padres.


Usted dice que el país hace un gran esfuerzo, que existe un embargo. Y yo le respondo que también existe un gobierno que lleva cincuenta años tomando decisiones en nombre de todos los cubanos. Y si estamos en el punto en el que estamos, lo más sano es que admitiera que no ha sabido, o no ha podido, o no ha querido hacer las cosas de otra forma. Por la razones que sea. Porque el fracaso también está cargado de razones. Y en vez de atrincherarse con sus figuras históricas en el Consejo de Estado, debería dar paso a los que vienen detrás. Rafael, es muy frustrante para un joven de mi edad ver que en Cuba llevamos 50 años sin que se produzca un relevo generacional porque el gobierno no lo ha permitido. Y no hablo de que me den el poder a mí, que tengo 28 años. Hablo de los cubanos que tienen 40, 50 o incluso 60 años y no han tenido nunca la posibilidad de decidir. Porque las personas que hoy en día tienen esas edades y ocupan puestos de responsabilidad en Cuba no han sido formados para tomar decisiones, sino para aprobarlas. No son dirigentes, son funcionarios. Y ahí incluyo desde ministros hasta los delegados de la asamblea nacional. Son parte de un sistema vertical que no da margen para que ejerzan la autonomía que les corresponde. Todo se consulta. Y contrario a lo que dice el refrán: en vez de pedir perdón, todos prefieren pedir permiso.


Dice usted que en mi país se puede votar y ser elegido para cargos desde los 16 años. Y que la presencia de jóvenes delegados ha bajado desde los años 80 hasta ahora. Incluso me advierte que si seguimos marchándonos, habrá menos jóvenes votando y por tanto menos elegibles. Y yo le pregunto: ¿De qué sirve mi voto? ¿Qué puedo yo cambiar? ¿Qué han hecho los delegados de la asamblea nacional para que me interese por ellos? Seamos sinceros, Rafael, y creo que usted lo es en su carta, así que yo también quiero serlo en la mía, ambos sabemos que la asamblea nacional, tal y como está concebida, solo sirve para aprobar leyes por unanimidad. Resulta paradójico llamarle asamblea a una institución que se reúne una semana al año. Tres o cuatro días en verano y tres o cuatro días en diciembre. Y en esos días se limita a aprobar los mandatos del Consejo de Estado y de su Presidente, que es quien decide lo que se hace o no se hace en el país. Lamentablemente, yo no puedo votar a ese presidente. Y no sabe cuánto me gustaría hacerlo.


Hace unos días escuché a Ricardo Alarcón confesarle a un periodista español que él no cree en la democracia occidental “porque los ciudadanos solo son libres el día que votan, el resto del tiempo los partidos hacen lo que quieren…” Aunque fuera así, que no lo es (al menos no siempre, y no en todas las democracias), estaría reconociendo que desde que yo nací, en 1984, los electores en Estados Unidos, por ejemplo, ha tenido siete días de libertad (uno cada cuatro años) para cambiar a su presidente. Algunas veces lo han hecho para bien, y otras para mal. Pero esa es otra historia. Un joven de New Jersey que tenga mi edad ya ha tenido dos días de libertad para, por ejemplo, echar a los republicanos de Bush y nombrar a Obama.


Los cubanos no hemos podido tomar una decisión así desde 1948 (no incluyo las elecciones de Batista, por supuesto). Y si usted me dice que la capacidad de nombrar a un presidente no es relevante para un país yo le digo que sí lo es. Y más para un joven que necesita sentir que se le toma en cuenta. Aunque solo sea por un día.


Usted probablemente piensa que los que nos marchamos elegimos el camino más fácil, que lo duro es quedarse a resolver los problemas. Pero le tengo que decir que mis abuelos y mis padres se quedaron en Cuba para pelearse con esos problemas. Renunciaron a muchas cosas por la Revolución y hasta se jugaron la vida por ella. Para darme un país avanzado, equitativo, progresista. Y el que me han dado es uno en el que la gente celebra poder comprar un carro y vender su casa como si fuera una conquista. Pero eso no es una conquista, es recuperar un derecho que ya teníamos antes de la Revolución. ¿A eso hemos llegado? ¿A celebrar como un éxito algo tan básico? ¿Cuántas otras cosas básicas habremos perdido en estos años? Para mis padres es doloroso asumir ese fracaso, y no lo quieren para mí. No quieren que con 55 años tenga un sueldo que no me alcance para vivir, ni el sueldo ni la libreta. Porque no alcanza. Y no quieren que para sobrevivir acuda al mercado negro, a la corrupción, a la doble moral, a fingir. Prefieren que esté lejos. A los 28 años yo me he convertido en la seguridad social de mis padres, ¿O cómo cree que sobreviven dos personas con 650 pesos?


Sí, Rafael, hemos tenido que irnos cientos de miles de cubanos para que nuestro país no quiebre. Lo que Cuba ingresa de nuestras remesas es superior, en valor neto, a casi todas sus exportaciones. Eso sí, el país ha perdido juventud y talento, y en vez de abrir un debate realista sobre cómo parar esa sangría, sigue anclado a un inmovilismo ideológico que no es otra cosa que miedo al futuro. ¿Y qué hago yo en un país cuyos gobernantes le tienen miedo al futuro…? ¿Esperar a que se mueran…? ¿Esperar a que cambien las leyes por generosidad y no por convicción? ¿Qué hago yo en un país que sigue premiando la incondicionalidad política por encima del talento? ¿A qué puedo aspirar si no basta con lo que soy y lo que hago…? ¿A convertirme un cínico? ¿O me anima usted a que dé la cara y diga lo que pienso? Algunos jóvenes de mi generación ya lo han hecho, ¿Y dónde están? Recordemos a Eliécer Ávila, un estudiante de la Universidad de Ciencias Informáticas que tuvo la valentía de preguntarle a Ricardo Alarcón por qué los jóvenes cubanos no podíamos viajar como cualquier otro, y fue represaliado por el sistema. Él no tuvo la culpa de que allí hubiera un cámara de la BBC, ni de la respuesta ridícula que dio Alarcón (aquella barbaridad de que el cielo se llenaría de aviones que chocarían entre ellos) Hoy Eliécer vive marginado por razones políticas. Y no es un terrorista ni un mercenario ni un apátrida, es un joven humilde, mulato, universitario, que cometió el error de ser honesto. Qué triste hacer una revolución para terminar condenando a alguien por ser honesto. ¿Para eso quiere usted que me quede, Rafael?


Dejar tu país y tu familia no es un camino fácil. Ni la solución a nada, solo es un principio. Te vas a otra cultura, tienes que aprender otro idioma, pasas momentos muy malos. Te sientes solo. Pero al menos tienes el alivio de saber que con esfuerzo puedes conseguir cosas. Mi primer invierno en Bulgaria fue muy duro, conseguí trabajo como transportista y pasé cuatro meses subiendo y bajando lavadoras para ahorrar dinero y poder viajar a Turquía. Una ilusión que tenía desde niño. Y viajé. No tuve que pedir un permiso de salida ni mi avión chocó con ninguno. Pude cumplir el sueño de Eliécer. Y me alegro de haberlo hecho. He conocido otras realidades, he podido comparar. He descubierto que el mundo es infinitamente imperfecto, y que los cubanos no somos el centro de nada. Se nos admira por algunas cosas igual que se nos aborrece por otras. También he descubierto que irme no ha cambiado mis convicciones de izquierda. Porque lo de Cuba no es izquierda, Rafael. Póngale usted el nombre que quiera, pero no es izquierda. Yo estoy de parte de aquellos que buscan el progreso social con igualdad de oportunidades y sin exclusiones. Pienses como pienses. Sin sectarismo ni trincheras. Porque eso solo sirve para enfrentar a la sociedad y sustituir verdades por dogmas.


Por último, Rafael, la casualidad quiso que terminara en un país que también estuvo gobernado por un partido y una ideología única. Aquí no hubo revolución de terciopelo como en Checoslovaquia, ni derribaron un muro como en Berlín ni fusilaron un presidente como en Rumania. Aquí, como en Cuba, la gente no conocía a sus disidentes. Aquí no había fisuras, y sin embargo, en una semana pasaron de ser un estado socialista a una república parlamentaria. Y nadie protestó. Nadie se quejó. No puedo evitar preguntarme, ¿Acaso pasaron 40 años fingiendo? Desde entonces no han tenido un camino de rosas, han enfrentado varias crisis, incluso la población ha llegado a vivir con peor calidad de la que tenía en los años 80, pero curiosamente, la inmensa mayoría de búlgaros no quiere volver atrás. Y eso que el socialismo que dejaron ellos era bastante más próspero que el que hoy tenemos los cubanos.


Pero en este país no piensan en el pasado, piensan en el presente. En mejorar la economía, en resolver las desigualdades (que las hay, como en Cuba), en combatir la doble moral, los personalismos y la corrupción que generó el estado durante décadas.


El día que ese presente importe en Cuba, no tenga duda, nos veremos en La Habana.


Iván López Monreal