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viernes, 11 de junio de 2010

¡Traidores!, ¿Traidores?.

¡Traidores!, ¿Traidores?.

Hablando de Traidores y Traiciones.

William J. Peña Reinoso.



“Los asesinos, los ingratos, los maldicientes y los traidores, han rebosado la medida de mi sufrimiento.”


Simón Bolívar

Curioseando un diccionario podemos conseguir una buena definición de las palabras: Traición y Traidores:

“Traición: 1.- Delito que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener. 2.- Delito que se comete contra la patria por los ciudadanos, o contra la disciplina por los militares “

“Traidor: 1.- Que comete traición. 2.- Aplicase a los irracionales que faltan a la obediencia, enseñanza o lealtad que de ellos se demanda.”

No sé si ambas definiciones son todo lo justas que debieran pero son definiciones al fin, y pueden resistir cualquier análisis que de ellas se haga.

Hemos estado escuchando del Soberano Mayor y de sus acólitos expresiones sobre traidores y traiciones, en algunos casos referidos a sus compañeros de faenas pasadas, otras referidas a sucesos que marcaron la historia del país.

Vamos a conversar el tema por parte: primero veamos la traición en el ámbito del lapso entre los años. 1990 - 2000

Los militares al igual que otros funcionarios públicos juran defender la constitución, juran respeto por las instituciones civiles, pero por encima de todo juran defender a la patria y a sus ciudadanos.

En los años recientes pudimos ver como un grupo de militares de variadas jerarquías, y no cuatro comandantes visibles, deciden en un momento cometer traición (en el estricto sentido de la palabra). Estos militares se rebelan contra la disciplina, contra la constitución y contra su juramento primario.

Las causas que los llevaron a cometer el delito referido fueron, sin duda alguna, sopesadas y definitivamente planificadas. Sopesadas, pero desde el punto de vista pragmático de los militares y algunos civiles copartícipes de la acción referida, pero parece que la evaluación profunda de los efectos que ello produciría no se produjo con el rigor debido, pero no es intención de estas notas analizar o comentar dichos efectos.

Como pueden ver la traición se cometió y a los traidores se les conoce bastante bien.

Pero si en aquel momento se justificó el acto de Traición, porque se defendía al pueblo quien era, en definitiva, el objeto y la razón para cometerla, los actos cometidos por quienes toman el poder en un acto democrático, sustentado por aquella constitución contra la cual lucharon, demuestran que ni aquella ni la nueva, creada a su medida y designios, son dignas de protegerse contra el delito de “Traditio”.

La traición se consagra cuando se actúa de manera impune en contra de los intereses de todo el pueblo, léase bien: de todo, no de un partido político o de los intereses del Soberano Mayor y su pléyade.

¿Y es acaso qué no fue por eso que se levantaron?, ayy... como nos acercamos al punto-fijismo.

Por eso es que cuando hablamos de traición no podemos menos que recordar los hechos acaecidos en nuestra patria. Se jura y se incumple el juramento: se jura en vano (¿pecado?), se promete luchar en pro del pueblo y se revierte en contra del pueblo, se declara el amor a la legalidad y el estado de derecho y se violan tantas veces las leyes que resulta risible esa declaración de amor, hasta el amor al prójimo se traiciona. Entonces, si la razón de faltar a la “...fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener...” y de cometer el “...Delito que se comete contra la patria por los ciudadanos, o contra la disciplina por los militares...” se justificó antes, qué podemos esperar ahora. ¿Acaso hay luz al final del túnel?.

La traición no es cometida sin conocimiento de causa, y eso lo saben, y lo pudieron constatar quienes acompañaron al Soberano Mayor en la aventura épica, ellos también fueron objeto de su traición, no solo ahora en los actos de conducta recientes si no en el adelanto de la fecha fatídica del abortado movimiento, ¿quién fracasó? ¿quién incumplió el juramento?

Por eso cuando se habla de traiciones hay que cuidarse de no tener paja en el rabo, o rabo de paja, porque la quemada puede ser grande y definitivamente dolorosa; hay que tener cuidado al hacer referencias históricas a las traiciones, porque en este país cada uno de nosotros tenemos un cachito de paja, pregúntense que pasó con el Generalísimo Francisco de Miranda, cómo se llama lo que hizo Santander a Bolívar y que hay de las historias de Mariño, Piar, Páez, etc..., no fueron ellos traicionados y traidores en el riguroso sentido de la palabra; algún día hablaremos de esto.

Y recientemente ¿no somos todos traidores y traicionados? porque de no ser así: ¿por qué permitimos y elegimos a quienes nos arruinaron? Acaso no fue el pueblo soberano quien se hizo gobernar por los... traidores punto-fijistas...

Por esto le digo al Soberano Mayor, no hable de Traición y Traidores, se puede quemar.

01 de mayo de 2000

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