Bienvenidos a nuestro Blog: Nuestras Opiniones.

Este blog se diseña con la idea de contar con un espacio abierto y libre donde publicar nuestros artículos de opinión. También se publicarán los artículos que nuestros amigos nos envíen para tal efecto.

En el blog se publicará cualquier artículo, o comentario, siempre que esté enmarcado en las normas de moderación, lenguaje decente y respeto hacia quienes publican. La norma es: el no compartir un concepto o idea no da el derecho de insultar, ofender o vejar.

lunes, 11 de junio de 2012

"ODIO A LOS INDIFERENTES"

Antonio Gramsci, un connotado ideólogo del comunismo italiano y mundial, pero, sin embargo, crítico ante algunas posiciones ortodoxas del socialismo, del comunismo, del marxismo, escribió por el año 1917 “Odio a los Indiferentes”. Este trabajo lo traigo al blog, no con la intención de hacer una apología de Gramsci y su pensamiento, si no como un llamado a los indiferentes ante el proceso que vive el país, en especial de cara a las elecciones de 7º. Vemos que muchos ante el evento electoral, oficialistas o no, manifiestan que su voto no hace la diferencia, por lo que ir a votar no es su prioridad; les digo que la indiferencia es lo que hizo que los gobiernos de la IV República desbarataran el futuro de miles de venezolanos, que el pueblo ante la indiferencia de los gobernantes escogieran la salida mas próxima y sencilla, a la larga costosa, lamentable y destructiva para nuestro país, este remedo de Socialismo o Comunismo, etiquetado como del Siglo XXI o simplemente “El Proceso”

Como pueden notar la indiferencia juega para ambos, oficialistas u opositores, pero en especial juega a favor de quienes detentan el poder, en este caso a favor de Gobierno; por ello la estrategia del oficialismo de enmarañar las elecciones, la campaña electoral, el ánimo de los votantes, no tiene otro fin que provocar indiferencia en los ciudadanos, por ello una estrategia de la oposición debe ser desenmascarar esos intentos de enmarañar, complicar u oscurecer todo el proceso que va desde la campaña a las primarias (oposición) hasta el acto electoral en sí.

ODIO A LOS INDIFERENTES


Odio a los indiferentes. Creo, como Federico Hebbel que “vivir significa ser partisano”. No pueden existir quienes sean solamente hombres, extraños a la ciudad. Quien vive verdaderamente no puede no ser ciudadano y tomar partido. La indiferencia es abulia, parasitismo, y cobardía, no es vida. Por eso odio a los indiferentes.
La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador, es la materia inerte en el que se ahogan a menudo los entusiasmos más brillantes, es el foso que circunda la vieja ciudad y la defiende mejor que las murallas más altas, mejor que los pechos de sus guerreros, porque engulle con sus gargueros barrosos a los asaltantes, los diezma, los desanima y en cualquier momento los hace desistir de la heroica empresa.
La indiferencia obra en la historia poderosamente. Lo hace de un modo pasivo, pero opera. Es la fatalidad; es aquello con lo que no se puede contar; es lo que desbarata los programas, desvirtúa los planes mejores construidos; es la materia bruta que se revela contra la inteligencia y la asfixia. Aquello que sucede, el mal que se abate sobre todos, el posible bien que un acto heroico (del valor universal) puede acarrear, no se debe tanto a la iniciativa de los pocos que actúan, sino a la indiferencia, al ausentismo de los muchos.
Aquello que ocurre, no ocurre tanto porque algunos quieren que suceda, sino porque la masa de hombres abdica de su voluntad, deja hacer, permite entrelazarse a los nudos que sólo la espada puede cortar, deja promulgar las leyes que solo la revuelta podrá abrogar, facilita el acceso al poder a hombres que luego sólo un motín podrá derrocar.
La fatalidad que parece dominar la historia no es otra cosa que la apariencia ilusoria producida por esta indiferencia, este ausentismo.
A partir de los hechos concebidos en las sombras, pocas manos no sometidas a ningún control, hilan la tela de la vida colectiva, y la masa permanece ignorante, porque no se preocupa. Los destinos de una época son manipulados según la visión estrecha, los objetivos inmediatos, la ambición y pasión personal de pequeños grupos activos; y la masa permanece ignorante porque no se preocupan. Pero los hechos que han ido madurando finalmente suceden; la tela hilada en las sombras se completa: y entonces aparenta ser la fatalidad la que arrolla a todo y a todos, parece que la historia no es sino una enorme catástrofe natural, una erupción, un terremoto, del cual todos resultan víctimas, quién ha querido y quién no, quién sabia y quién no sabía, el activo y el indiferente. Y éste último se irrita, querría sustraerse a las consecuencias, quisiera que apareciese claro que él no ha querido, que no es responsable. Algunos llorisquean piadosamente, otros profieren obscenidades, pero ninguno o muchos pocos se preguntan: ¿Si hubiese también yo cumplido mi deber, si hubiese procurado hacer valer mi voluntad, mi opinión, hubiera acontecido lo que sucedió? Pero muy pocos, o ninguno se echa la culpa por su propia indiferencia, su escepticismo, de no haber ofrecido su abrazo y su actividad a ese grupo de ciudadanos que combatían por evitar el mal que ocurrió, que se proponían el bien que no se realizó.
Los más de ellos, en cambio, ante los hechos consumados, prefieren hablar de ideas fallidas, de programas definitivamente fracasados y de otras ocurrencias similares. Recomienzan así con la elusión de toda responsabilidad. Y no se trata de que no vean claras las cosas, ni de que no sean capaces de concebir excelentes soluciones para los problemas más urgentes, o de aquellos que, requiriendo amplia preparación y tiempo son no obstante igual de urgentes. Pero estas soluciones resultan tan bellas como infecundas, esta contribución a la vida colectiva no es animada por ningún impulso moral; es producto de la curiosidad intelectual, no del fuerte sentido de responsabilidad histórica que exige a todos ser activos en la vida, que no admite agnosticismos ni indiferencias de ningún género.
Odio también a los indiferentes porque me produce repulsión su plañir de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos de cómo ha realizado la tarea que la vida le ha asignado y le asigna cotidianamente, de lo que ha hecho y sobre todo de lo que no ha hecho. Y siento que puedo ser inexorable, que no debo malgastar mi piedad, que no debo compartir con ellos mis lagrimas. Soy partisano, vivo, siento en la conciencia la parte que me toca impulsar de la actividad de la ciudad futura que los que están de mi lado se hallan construyendo. Y en ella el mecanismo social no pesa sobre pocos, todas las cosas que suceden no son debidas al acaso, a la fatalidad, sino que es obra inteligente de los ciudadanos. No hay en ella nadie que se quede en la ventana mirando como unos pocos se sacrifican, se desangran; y los que están en la ventana, al acecho, quieren usufructuar del escaso beneficio que la actividad de unos pocos obtiene y desfoga su decepción vituperando al sacrificado, al que se ha desangrado por no cejar en su intento.
Vivo, soy partisano. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.

Antonio Gramsci; 11 de febrero 1917
Breve, brevísima, reseña (muy breve por cierto), mas bien una pildorita del pensamiento de Gramsci, la cual nos puede ayudar a entender el por qué este modelo instaurado en el país, el supuesto Socialismo del Siglo XXI, no es ni nuevo, ni novedoso, además de ser un pastel muy mal preparado por los incultos socialistas gobierneros.
Gramsci fue un opositor a la concepción fatalista y positivista del marxismo, para la cual el capitalismo necesariamente estaba destinado a caer, dando lugar a una sociedad socialista
Gramsci plantea su concepción del estado capitalista, que según afirma, controla mediante la fuerza y el consentimiento y dice que el estado no debe ser entendido en el sentido estrecho de gobierno, lo divide entre la sociedad política (las instituciones políticas y el control legal constitucional), y la sociedad civil, (comúnmente la esfera 'privada' o 'no estatal',  la cual  incluye a la economía); pero aclara que la división es meramente conceptual y que las dos pueden mezclarse en la práctica, afirma que bajo el capitalismo moderno, la burguesía puede mantener su control económico permitiendo que la esfera política satisfaga ciertas demandas de los sindicatos y de los partidos políticos de masas de la sociedad civil. La burguesía llevaría a cabo una revolución pasiva, iría más allá de sus intereses económicos y permitiría que algunas formas de su hegemonía se vean alteradas, como ejemplo de esto contempla movimientos como el reformismo y el fascismo, y también la Administración Científica de Frederick Taylor

"QUÉ TAL..."

No hay comentarios:

Publicar un comentario