PERIODICO LA RAZÓN - MADRID
El dato Huir cuesta dinero.
Alfonso USSÍA
Columnista
Emigrar a otro país abandonando lo mucho o poco que se ha
conseguido en el propio, resulta carísimo. En Venezuela, pueden huir los
Cisneros, pero se trata de un caso especial.
El venezolano no tiene medios para escapar del presente y el futuro de
su tierra. De tenerlos, se colapsarían los aeropuertos y las fronteras. Un
tonto puede gobernar, y contamos con ejemplos cercanísimos. Si el tonto sabe
rodearse de inteligentes, el tonto no es un problema más allá de su casa. Pero
si el tonto recurre a la mediocridad, la sensación de orfandad de la ciudadanía
se enriquece. Algo de esto sabemos por
aquí. No obstante, nuestra situación es
de privilegio si nos comparamos con otras naciones, y muy especialmente con
Venezuela, que está gobernada por un loco. Un loco con poder es letal. Y Hugo
Chávez, además de sátrapa, está como un cencerro. Pero tiene a su gente
arruinada, porque el dinero del petróleo lo destina a su bolsillo, al de sus
amigos, al de sus colaboradores y al de sus aliados. Con los ingresos
petrolíferos de Venezuela, en muy pocos
años se puede crear y mantener una clase media que allí no existe. Huir no es
el problema. El problema es sobrevivir después del éxodo. No obstante, mejor
enfrentarse a lo desconocido que despertar cada mañana con el peso de saberse
gobernado por un simpático, gracioso y colérico chimpancé. De tonto no tiene un
pelo, y lo demuestra la inmensa fortuna que ha reunido para él y su familia. Ha
sabido rodearse de la miseria de un pueblo para mantenerlo en su pobreza con
promesas imposibles de cumplir. No tiene
toda la culpa. Chávez es consecuencia de un siglo de robos desde el poder. La
clase política venezolana ha dejado extenuada las arcas públicas durante
decenios, y esa inmensa riqueza está fuera de Venezuela. Chávez no es
diferente. Se distingue de los demás por
su condición de loco peligroso. Ayer nos presentó a sus amigos, después de
informar a su famélica nación que había adquirido trescientos carros de combate
rusos para defenderse de Colombia, los Estados Unidos, el imperialismo,
Cristóbal Colón y los Reyes Católicos.
Sus amigos son peculiares. Además de los Castro, Ortega, el
cocalero, Ahmadineyad, Mugabe y Omar Bashid, añora a Idi Amin y defiende a su
compatriota Ilich Ramírez, el «Chacal», esa hiena enjaulada. Como para lanzarse de lo alto del Salto de
Ángel sin paracaídas. El riesgo que
conlleva la locura de Chávez, su megalomanía, su egocentrismo nativo, su
tiranía hepática, no es otro que la guerra. Colombia, su vecino y admirable
país, se levanta hacia arriba mientras Venezuela, con muchos más recursos, se
hunde en la miseria. Poco pan y muchas armas, teoría leninista fielmente
llevada a la práctica por el emboinado primate.
Guerra en el horizonte, no lo duden, porque antes de caer, Chávez es muy
capaz de meter a Venezuela en un período de destrucción y sangre. Pero huir es muy complicado. Por el norte, el
Caribe; por el oeste y el sur, la selva. Venezuela no puede huir de Venezuela. Los adversarios de Chávez superan con
heroísmo las amenazas, las agresiones y las muertes. Se cierran los medios de
comunicación críticos. Se expropian las
tierras. Se muere de hambre Venezuela. Se compran armas. Y esos amigos…
Los locos en el poder sólo cosechan tumbas de inocentes.
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